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Ser emprendedor: Esa sensación no tan desconocida

¿Qué padre no ha dudado alguna vez de si estaba educando bien a su hijo?

Esa sensación de estar haciendo las cosas instintivamente, sin tener ni media certeza de si nuestra hijo o hija se convertirá en la persona que nos gustaría. Si logrará desarrollar las habilidades que tenemos pensadas para ellos. De si se podrá valer por si mismo. Recibimos miles de señales diarias que nos invitan a pensar todo lo contrario. A plantearnos qué estamos haciendo mal porque las cosas no son como deberían…

Algo parecido les pasa a los emprendedores. En muchas ocasiones el desánimo, el desaliento, el replantearse si realmente merece la pena seguir cuando aún no se han logrado las metas preestablecidas. No se han conseguido los beneficios, ni los clientes, ni los objetivos marcados…  Se vive con la sombra de volver a trabajar por cuenta ajena.

Y sin embargo, ¡se sigue adelante!

Continúan oyendo esa frase que dice: “sigue adelante”, “no desistas”, “ten fé”. Esa fé entendida como la confianza que se debe depositar si realmente queremos llegar a algún lado, a lograr nuestras metas.

Sólo los que siguen adelante a pesar de las señales en contra, aquellos que mantienen la ilusión y la esperanza y que trabajan con la convicción de que el esfuerzo, tarde o temprano, da sus frutos, son aquellos que lo logran.

Muchos emprendedores se quedan por el camino. Casi todo caen alguna vez, la diferencia están en los que se vuelven a levantar y los que tiran la toalla. Hay miles de ejemplos a lo largo de la historia de empresas que estuvieron a punto de quebrar y hoy son ejemplos de empresas de éxito: Apple, General Motors, Starbucks y así una larga lista.

Así que sí, los empresarios, al igual que los que se convierten en padres o madres, están hechos de una pasta especial.

Aprenden a confiar y seguir a ciegas, sin garantías de ningún tipo, ya que sólo así, se consigue llegar a la meta y tener éxito. Y aquí dejo abierta la definición de éxito, de lo que significa para cada uno.